La literatura
infantil y su historia.
La concepción de infancia o niñez no
aparece en la sociedad hasta la edad moderna. En la Edad Media no existe la
idea de la infancia como un período diferenciado y por lo tanto, no existe
literatura propia para ellos. A esto añadiremos que, aunque los cuentos y
leyendas están al alcance de todos por su divulgación oral, la palabra escrita
solo es accesible para unos pocos ya que casi nadie sabe leer o escribir. La lectura
en este caso es un privilegio y los pocos libros a los que se tiene acceso
están marcados por un fuerte didactismo que pretende inculcar buenas costumbres
y creencias religiosas.
En este momento, evidentemente, niños y
adultos escuchan las mismas cosas y tienen las mismas lecturas. En España
podemos poner como ejemplo El Conde Lucanor del infante don Juan Manuel.
O los Proverbios del marqués de Santillana.
Los escasos libros que los niños tenían a
su alcance eran abecedarios, silabarios, bestiarios o catones. Como ya hemos
dicho, todo muy didáctico.
Así será durante toda la Edad Media y el
Renacimiento.
En los S.S.XVII y XVIII el panorama empieza
a cambiar y son cada vez más los escritos que versan sobre temas fantásticos
siendo fiel reflejo de los cuentos y leyendas, propios de la transmisión oral,
que se han ido recogiendo en la cultura popular.
La mayoría de los especialistas coinciden
en señalar que la tradición literaria infantil se inicia con Charles Perrault y
sus Cuentos de mamá oca en el S. XVI, esta vertiente argumenta que estos
cuentos recogen relatos populares franceses y también la tradición de leyendas
célticas y narraciones italianas. Piel de asno, Pulgarcito, El gato con
botas, La Cenicienta y Caperucita Roja aparecen en esta obra y al final de
cada uno añade una moraleja. Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo
y consagró “el mundo de las hadas” en la literatura infantil.
Otros, sin embargo, lo retrasan
considerablemente y lo marcan en las primeras décadas del S.XIX con los cuentos
de los hermanos Ludoig Jakob y Wilhem Grimm, a pesar de que estos no
recopilaron sus historias pensando en los más pequeños si no que buscaban el
pasado y la identidad germana desde un punto de vista filológico.
Lo cierto es que tanto los cuentos de
Perrault como los de los hermanos Grimm han tenido que ser adaptados
posteriormente a la hora de acercarlos a los niños ya que están llenos de
violencia, torturas, traiciones y asesinatos.
Tengamos en cuenta que fue en Giambattista
Basile quien escribió El cuento de los cuentos o Pentamerón antes
de 1634 (ya que en este año lo publicó su hermana, tras morir él) y que este es
una recopilación de leyendas populares. La diferencia entre estos y los de Perrault
es que Basile no los suaviza en absoluto, llegando al extremo de encontrarnos
en cuentos como La Bella durmiente con que el príncipe no se conformó
con besarla y la violó.
Algún tiempo después pasó por allí un rey que iba de cacería. Su halcón voló hacia el castillo vacío, entró por una ventana y no volvió a salir. El rey, persiguiendo al halcón, se acercó y recorrió el palacio desierto. Allí encontró a Talía como sumida en un profundo sueño, sin que nada pudiera despertarla. Su belleza le trastornó hasta tal extremo, que la viola y se marcha después
La esposa del rey se entera de la existencia de los hijos bastardos de su marido, los hace prender y los entrega a su cocinero, con la orden de que degüelle a los dos pequeños y con sus carnes prepare un sabroso guisado. Y cuando su esposo casi ha terminado lo que hay en su plato, ella le anuncia malignamente: “¡Te estás comiendo lo que es tuyo!”.
Durante algún tiempo, el noble cree haberse comido a sus hijos pero resulta que el cocinero, hombre de buen corazón, puso a salvo a los pequeños gemelos y los sustituyó por carne de cabra. La enfurecida esposa ordena que Talía, también capturada y sea quemada viva en una hoguera, pero la Bella Durmiente es salvada en el último instante por el padre de sus hijos, que empuja a su esposa a las llamas. Muerta la esposa, el rey se casa con Talía y todos, incluidos Sol y Luna, viven felices”.
Visto lo visto, podríamos decir que no está
muy claro cómo fue el comienzo de la literatura infantil. Hay quien piensa que,
al margen de los escritores de cuentos, el concepto surge porque los más
pequeños empiezan a adoptar como suyas obras escritas en un principio para
adultos, como Robinson Crusoe (1719), Los viajes de Gulliver
(1726), Alicia en el País de las Maravillas (1865), Las aventuras de
Tom Sawyer (1875) o La isla del tesoro (1883). Libros que, en un
principio no se escribieron pensando en que los leyera un público infantil
(salvo quizás los libros de Lewis Carroll) y que hoy en día son considerados
grandes clásicos de la literatura infantil.
Es curioso plantear que todo este revuelo,
estas fechas de libros y estas variaciones en cuanto a los indicios de la
literatura que nos ocupa coinciden con el comienzo de la escolarización regular
de la infancia. Los niños pasan de trabajar a ir a clase y ser objeto de
estudios especiales.
Todo esto ocurre a lo largo de los S.S.
XVII y fundamentalmente XVIII ya que aparece por primera vez en Europa una
legislación de la enseñanza obligatoria y entre 1802 y 1886 en distintos países
de europeos se establecen formas que limitan y protegen a los menores.
En cualquier caso, lo que sí está claro es
que en el S.XX la literatura infantil adquiere por fin su autonomía y a lo
largo de él van a aparecer cada vez más libros escritos, pensados e ilustrados
para los pequeños de la casa.
En 1904 James M. Barrie publica en Londres Peter
Pan, la historia del niño que no quiere crecer y a él le siguen gran
cantidad de títulos, escritores y personajes interesantes, divertidos y
entrañables. Winnie, the Pooh de A. A. Milne, que trata la relación
tradicional entre un niño y su osito de felpa de una forma ingeniosa y llena de
sensibilidad; El viento en los sauces (1908), de Kenneth Grahame, un
espléndido libro sobre la naturaleza, que describe la vida de algunos animales
a la orilla de un río o El doctor Dolittle y sus animales, de Hugh
Lofting, que consiste en una serie protagonizada por un doctor que cura a los
animales mientras vive las más disparatadas y emocionantes aventuras.
“Al Topo le rebullían los
dedos de pura felicidad. Ensanchó el pecho con un suspiro de contento y se
recostó con deleite en los suaves cojines.
-¡Cómo me lo estoy pasando! -dijo-. ¡Vámonos ahora mismo!
-¡Entonces aguarda un minuto! -dijo la Rata.
Ató la amarra a una argolla del embarcadero, trepó a su agujero y poco después reapareció tambaleándose bajo el peso de una enorme cesta de mimbre con el almuerzo.
-¡Empuja eso debajo de tus pies! -le dijo al Topo, al tiempo que metía la cesta en el bote. Soltó la amarra y empezó a remar.
-¿Qué hay dentro? -preguntó el Topo, retorciéndose de curiosidad.
-Dentro hay pollo frío -replicó brevemente la Rata-; lenguafríajamónterneraenfiambrepepinillosenvinagreensaladapanecillos
berroscarneenconservacervezadejengibrelimonadasoda…
-¡Oh, para, para! -gritó el Topo extasiado-. Esto es demasiado.
-¿De verdad lo crees? -preguntó la Rata, muy seria-. Es lo que suelo llevar en estas pequeñas excursiones. Los otros animales me dicen que soy una bestia tacaña y que me quedo muy corta.
El Topo no escuchaba ni una palabra. Absorto en la vida nueva que estaba descubriendo, embriagado con el brillo, los susurros, los aromas y los sonidos y la luz del sol, arrastraba una pata por el agua y soñaba despierto. La Rata de Agua, que era una buenaza, siguió remando y se abstuvo de interrumpirlo”.
-¡Cómo me lo estoy pasando! -dijo-. ¡Vámonos ahora mismo!
-¡Entonces aguarda un minuto! -dijo la Rata.
Ató la amarra a una argolla del embarcadero, trepó a su agujero y poco después reapareció tambaleándose bajo el peso de una enorme cesta de mimbre con el almuerzo.
-¡Empuja eso debajo de tus pies! -le dijo al Topo, al tiempo que metía la cesta en el bote. Soltó la amarra y empezó a remar.
-¿Qué hay dentro? -preguntó el Topo, retorciéndose de curiosidad.
-Dentro hay pollo frío -replicó brevemente la Rata-; lenguafríajamónterneraenfiambrepepinillosenvinagreensaladapanecillos
berroscarneenconservacervezadejengibrelimonadasoda…
-¡Oh, para, para! -gritó el Topo extasiado-. Esto es demasiado.
-¿De verdad lo crees? -preguntó la Rata, muy seria-. Es lo que suelo llevar en estas pequeñas excursiones. Los otros animales me dicen que soy una bestia tacaña y que me quedo muy corta.
El Topo no escuchaba ni una palabra. Absorto en la vida nueva que estaba descubriendo, embriagado con el brillo, los susurros, los aromas y los sonidos y la luz del sol, arrastraba una pata por el agua y soñaba despierto. La Rata de Agua, que era una buenaza, siguió remando y se abstuvo de interrumpirlo”.
(El viento en los sauces. Kenneth Grahame).
Sea como sea, queramos ver en un año o en
otro el principio de la literatura infantil, lo cierto es que desde la primera
historia de Caperucita hasta hoy ha llovido mucho y las libros escritos
para los niños han crecido y evolucionado dando lugar a la amplia paleta de
géneros y colores que podemos admirar actualmente.
La ilustración en los libros infantiles.
El primer libro con
ilustraciones para niños de cierta importancia publicado en Europa fue Orbis Sensualium Pictus de Amos
Comenius en el año 1658.
Este ejemplar era un
libro de texto en el que cada palabra venía acompañada de una ilustración para
facilitar su aprendizaje.
El libro fue
traducido al inglés en el año siguiente y se considera el inaugurador del
modelo de libro ilustrado que se desarrollaría a partir de ese momento.
Por otra parte,
los niños de los sectores populares se apropiaron de las historias que editadas
en forma de pliegos durante los siglos XVII, XVIII y XIX repartían o pegaban en
las paredes los buhoneros o vendedores ambulantes. Entre estas publicaciones,
los pliegos de imágenes eran algo así como un periódico ilustrado para el
pueblo. Imagen de un pliego. Su
existencia es tan antigua como el arte de la imprenta. El inglés
John Newbery es considerado el primer editor que se especializó en libros para
niños.
Tras el S.XVIII
los cambios económicos permitieron que hubiera más lectores potenciales y
suficientes niños pertenecientes a la burguesía naciente que pudieran leer y
cuyas familias pudieran comprar libros para ellos.
A mitad del S.XIX, cuando ya se producían libros
dirigidos especialmente para el público infantil, un joven doctor alemán
llamado Heinrich Hoffmann, que no encontraba en las librerías de Frankfurt un
libro que le pareciera interesante para su hijo de cuatro años, compró un
cuaderno escolar y se puso a escribir unas historias que ilustró con sencillos
y sugerentes dibujos. No sabía que estaba haciendo un libro que luego se haría
famoso: el Struwwelpeter traducido al español como Pedrito el
desgreñado. La preocupación por las imágenes en los libros infantiles no
sólo caracterizó al Dr. Hoffmann sino que también fue una característica de
Lewis Carroll.
En
los años 30 se consolidaron las bases de lo que sería el libro álbum. Sin
embargo muchos teóricos parecen coincidir en señalar los años 60 como el inicio
de la producción de libros álbum tal como los entendemos ahora. Dice Teresa
Durán al respecto: “El álbum es nuevo. El álbum es un tipo de literatura que
sólo podía empezar a producirse a partir de los años 60. El álbum acaba con la
dicotomía académica de dar al escritor lo que es del escritor y al ilustrador
lo que es del ilustrador,dejando al editor en la cuneta. El álbum es
heterodoxo, no sólo por lo que dice, sino sobre todo por cómo lo dice, y también
por quien lo dice y para quien lo dice. Puesto que el álbum rompe inercias,
tanto en la práctica editora como en la práctica lectora, ya que no siempre se
puede precisar, cuando está entre tus manos, qué fue primero, si el huevo o la
gallina, si el texto o la imagen, si la idea o el libro resultante, si se
destina a un lector infantil o adulto...”.
Entre
algunos de estos primeros títulos podemos nombrar Little Blue and Little
Yellow de Leo Lionni publicado en 1959 o Donde viven los monstruos
de Maurice Sendak publicado en 1963.
Y es que, aunque no es, seguramente, los
que nosotros hagamos, conviene saber que si escribimos para niños, el texto es
una parte importantísima de la historia, pero los dibujos lo son en igual o
mayor medida.
En la literatura para niños, la imagen
visual cobra una importancia muy superior a la que tiene en la literatura de
adultos. La ilustración es un elemento imprescindible: a través de ella el niño
comprende el texto. A la vez, la ilustración, si de verdad es buena y cumple su
cometido, debe aportar elementos que el texto no tiene, completarlo.
No obstante, aunque la ilustración
debe complementar al texto, ha de permanecer siempre fiel a este.
Los expertos opinan que cualquier niño que
tenga un libro en sus manos, es inmediatamente cautivado por las láminas de
colores, debido a que comprende los dibujos antes que cualquier otra cosa,
aunque no se debe subestimar su capacidad, para entender una imagen el niño debe
conocer ya unos parámetros de vida con los que relacionarlos.
Tradicionalmente, el papel de las
ilustraciones en los libros para niños se considero secundario, hasta el punto
de que el ilustrador no tenía, en modo alguno, la importancia del escritor. Hoy
en día eso ha cambiado y ambas partes se consideran importantes, de manera que
escritores e ilustradores trabajan juntos. A veces un dibujo genera una idea
para el cuento en cuestión, otras veces es al revés pero, en ningún caso se
debe esperar que el ilustrador vea por los ojos del escritor y viceversa, cada
uno tendrá su estilo y su manera de enfocar la idea y deben complementarse,
nunca imponerse. El respeto es fundamental. Un ejemplo muy representativo de
colaboración entre escritor e ilustrador es el de Roald Dahl y Quentin Blake.
Los libros del primero no son lo mismo sin las imágenes del segundo y
viceversa. Uno y otro contribuyeron a hacer la obra de su compañero más genial
si cabe. Para muchos, por separado sus obras son buenas y juntas son geniales.
"Algunos
ilustradores sólo se sienten realmente felices cuando trabajan en un libro que
ellos han inventado totalmente; pero yo disfruto trabajando con los textos y
las ideas de otras personas tanto como con las mías. Es como si me hubieran
dado una entrada para visitar la imaginación de alguien, y uno nunca sabe bien
qué va a encontrar allí."
(Quentin
Blake).
De este modo, si no somos capaces de
ilustrar nuestros cuentos, debemos tener en cuenta que, casi seguro,
necesitaremos un ilustrador con el que trabajar y debemos tener siempre en
cuenta que su trabajo y el nuestro deben enriquecerse.
Las ilustraciones no están solo para
colorear el texto sino para aportar más datos y dar más detalles, además de
para servir de descanso al pequeño lector que está haciendo un gran esfuerzo
para leer cada palabra y cada página de nuestro trabajo.
Por
otro lado, del mismo modo que ningún autor serio utilizaría el mismo lenguaje
para dirigirse a un adulto y a un niño, un buen ilustrador debe saber
diferenciar qué tipo de ilustraciones son las más adecuadas para cada edad. Un
niño tendrá más dificultades para reconocer una figura pequeña que se esconde
en una figura mayor, así como para relacionar los detalles en una totalidad.
Esto no depende solo de su desarrollo físico y psicológico, además, el niño irá
adquiriendo vivencias a medida que avance su vida y esto le dará un apoyo en el
que basar sus juicios. Así pues, una misma imagen puede ser muy diferente para
un niño de tres años y para uno de ocho.
Debemos ser conscientes de que para el
lector al que nos dirigimos es importante que el texto que le entregamos esté
completo y que necesita de ambos trabajos, sobre todo si se trata de niños de
corta edad.
Al
fin y al cabo ya lo decía Alicia mientras se aburría viendo leer a su hermana
“¿Para qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?”.
El escritor, las ganas de escribir, la técnica.
El
escritor ¿nace o se hace?
La
primera reacción de mucha gente sería un rotundo, “¡se nace!" y en cierto
sentido habría que darles la razón. La escritura es una forma de crear y una
aventura personal y el escritor nace, no porque tenga un talento especial que
otros no tienen (que a veces sí), sino porque escribir para él es una
necesidad, un refugio y una alegría.
Todas
tenemos inquietudes y pasiones y las de algunos se plasman con palabras sobre
un papel. Carmen Posadas opina que, a pesar de esta necesidad y este talento,
ningún músico, pintor o bailarín que quisiera llegar lejos se le ocurriría
prescindir de la enseñanza para perfeccionar su arte. Estoy de acuerdo, creo
que son muy pocos lo que pueden presumir de no necesitar algo de formación,
algunas guías y herramientas con las que ayudarse para crecer. En la escritura
también es así, una parte nace de nosotros, la otra, es algo tan bonito como un
oficio. Rutina, esfuerzo, ganas y disciplina, disciplina, disciplina porque ya
dicen por ahí que conviene que, cuando las musas se acerquen, nos encuentren
trabajando.
Así
pues, con ese poco o mucho talento que tengamos y algunos truquillos con los
que ayudarnos, estoy segura de que no habrá cuento que se nos resista.
Y
desde luego, lo primero que debemos saber es que, para ser escritor, primero
hay que ser lector y en este punto, mi modesta opinión es que una cosa es
imposible sin la otra.
¿Cómo
vamos a transmitir nada a nadie si no sabemos lo que se siente al leer algo
escrito? Solo amando la lectura podemos amar la escritura.
Pero
diría más, porque un escritor debe saber leer de muchas formas, ya que debe
entender que de muchas formas va a ser leído. Me explico. Cuando leemos no lo
hacemos siempre de la misma manera, a veces simplemente nos dejamos llevar, sin
pedirle nada más al texto que nos ocupa, otras veces, por cansancio, por
aburrimiento o por impaciencia, lo hacemos muy rápido, saltando párrafos y
obviando descripciones. Para escribir, debemos también saber leer muy despacio, deteniéndonos en cada palabra y cada coma,
desentrañando el texto desde el principio hasta el final, conociendo lo que nos
cuentan y lo que no. Así aprenderemos no solo de otros, sino también de
nosotros mismos. Veremos lo que nos gusta, lo que cambiaríamos, lo que creemos
que falta, lo que nos cansa y nos sobra.
Además,
aprenderemos de los grandes escritores ya que las buenas novelas casi siempre
necesitan ser leídas saboreando todas sus frases y expresiones y si lo hacemos
así descubriremos recursos y guiños en el texto que de otro modo habrían pasado
inadvertidos.
Tenemos, además, que
preguntarle al autor y al relato, ¿por
qué un personaje es así?, ¿por qué aquella chica ríe continuamente?
Seguramente, con independencia de que aparezca de manera explícita en la novela
o no cada personaje tiene a sus espaldas una historia que el autor ha creado en
su cabeza, cada paisaje un motivo y cada acción una consecuencia. Si nos
fijamos bien, aprenderemos a distinguir cuando un detalle nos dará sorpresas
más adelante y cuando solo sirve para adornar.
Así
pues, debemos leer, mucho y estar dispuestos a conocer autores, épocas y formas
de escribir en cada novela.
Todos
tenemos un estilo personal y debemos conocerlo, leer los de otros también nos
será de utilidad para esto.
Por
que, eso sí, debemos ser honestos con nosotros mismos y reconocer qué se nos da
mejor y qué se nos da peor. Tal vez nunca seamos unos grandes escritores de
novela negra, pero si somos capaces de admitir que no es nuestro fuerte podemos
buscar la manera de crear novelas de suspense aceptables.
Y por
supuesto, ¡vamos a potenciar lo que mejor se nos da! Apoyándonos en lo que
dominamos podremos ir cogiendo soltura en otros aspectos que se nos resisten.
Importancia y responsabilidad en la escritura para y con niños. Algunas pautas.
Nuestro
taller es un poco especial, no vamos a escribir en general, no señor, tenemos
un público especifico, un lector claro al que queremos transmitir algo y al que
esperamos aportar, fundamentalmente, buenos ratos.
El
cuento infantil no solo es importante porque sirve como estímulo para el futuro
lector, sino también, porque contribuye al desarrollo del lenguaje, de la
creación literaria, de la imaginación de mundos posibles, entre otros. Además,
porque al recrear la vida de los personajes e identificarse con ellos, le
permite vivir una serie de experiencias y situaciones que le ayudarán a
adquirir mayor seguridad en sí mismo, a integrarse y formar parte del mundo que
le rodea.
Hemos
elegido, casi seguro, al más exigente y a la vez más agradecido destinatario.
Nuestros cuentos, las
aventuras que inventemos, las van a recibir nada más y nada menos que los
niños.
Y
ahora voy a ponerme seria,
porque escribir para los más pequeños no es fácil y en ningún caso se puede
considerar una salida honrosa cuando no somos capaces de escribir novelas que
encandilen al público adulto. Cuando nos decidimos por escribir para niños lo
hacemos con todas las consecuencias y la responsabilidad que eso conlleva. Si
por no conseguir una novela fantástica decente para adultos optamos por cambiar
la edad a los personaje y dirigirla a adolescentes, solo conseguiremos un texto
soso que tal vez tenga ingredientes para “enganchar” pero que no tendrá mucho
que decir al lector y en este caso, me parece a mí, el lector se merece todo
nuestro respeto y seriedad ya que la lectura forma parte de su formación vital
y como tal debe ser siempre positiva.
Por
otro lado, debemos tener en cuenta que lo que escribamos puede acercar o alejar
a un niño de la lectura. Si se divierte y disfruta leyendo descubrirá un nuevo
hobby, un entretenimiento que, además, le aportará muchísimas más cosas, de ahí
que debamos pensar muy mucho en el público al que nos dirigimos, no caigamos en
el error de creer que, porque son pequeños podemos darles cualquier cosa.
Un
niño no intentará acabar un libro simplemente porque lo haya empezado, si no le
gusta lo devolverá a la estantería sin mayor dilación. Por el contrario, si le
gusta lo leerá todas las veces que haga falta hasta que no le falte nada por
explorar de ese mundo que muestran las páginas.
En su
discurso al recibir el Premio Cervantes Ana María Matute decía:
“Sobre la famosa crueldad de los cuentos de hadas -que, por
cierto, no fueron escritos para niños, sino que obedecen a una tradición oral,
afortunadamente recogida por los hermanos Grimm, Perrault y Andersen, y en
España, donde tanta falta hacía, por el gran Antonio Almodóvar, llamado"
el tercer hermano Grimm" -, me estremece pensar y saber que se mutilan,
bajo pretextos inanes de corrección política más o menos oportunos, y que unas
manos depredadoras, imaginando tal vez que ser niño significa ser idiota, convierten
verdaderas joyas literarias en relatos no sólo mortalmente aburridos, sino,
además, necios. ¿Y aún nos preguntamos por qué los niños leen poco?”.
Cuando
yo lo leí me dieron ganas de aplaudir como loca frente al ordenador, y es que,
a veces, infravaloramos la capacidad de nuestros pequeños, ellos son mucho más
valientes de lo que pensamos, tienen toda la imaginación que a los adultos nos
falta y son capaces de entender y de creer en todo y en todos de una manera
admirable.
Cuando nos hacemos mayores pensamos que
debemos cambiar, que hay cosas que ya no nos pueden gustar y que los cuentos ya
no están a nuestro alcance. Pues bien, os voy a dar una alegría, porque para
escribir para niños hay que ser responsable, pero también hay que dejar libre
toda esa fantasía que nuestra vida de adultos mantiene atada. Podemos inventar
lo que más nos guste, no nos debe dar miedo crear personajes y situaciones
disparatadas, escribimos para que ellos se diviertan, ¡podemos divertirnos
nosotros también! y debemos hacerlo.
Vamos
a elegir una historia y vamos a contarla para que quien nos lea lo pase tan
bien como lo pasábamos nosotros de pequeños con un libro entre las manos.
La importancia de divertirnos y divertirles.
Ya
hemos dicho que, si vamos a escribir para niños, tenemos la ventaja de que
podemos dejar volar nuestra imaginación hasta donde nosotros queramos y los
límites entre lo posible y lo imposible se difuminan dejando que el espacio
para crear sea inmenso.
Hablaremos
con calma de muchos de estos temas pero ahora vamos a comentar brevemente
algunas pautas de la escritura para los más pequeños.
- No poner freno a la
imaginación. La sensibilidad de los niños y la de los adultos es
totalmente distinta y ellos tienen una capacidad especial para creer lo increíble
y aceptar los sucesos más improbables. Pasan de la realidad a la fantasía sin
esfuerzo y todo puede ocurrir. Por eso, debemos volver á la edad en que para
nosotros era así, vamos a aceptar que se pueda viajar en un melocotón gigante y
a vivir venturas sin poner límites a lo que vaya surgiendo, por absurdo o
disparatado que parezca. Tenemos que volver a ser niños y pensar como ellos
para ver el mundo desde su perspectiva.
- Elige una historia que se ajuste a tus intereses y
posibilidades como escritor, y a las suyas, como lectores. Si
quieres hablar de piratas y vas a escribir para niños de cinco años, ya sabes
que tendrás que explicar las cosas con sencillez y que si quieres hablar de los
terribles castigos que estos aplicaban, el humor y la trivialidad serán
importantísimos, no elijas este tema para esta edad si no vas a saber hacerlo.
- Presta atención a los personajes. Por muy corto que sea
un cuento, un personaje no tendrá credibilidad si no está bien creado y una
historia en la que los personajes no son creíbles pierde toda su fuerza.
Equivocarnos con ellos puede hacer que una historia genial se convierta en un
tostón insoportable.
- Emplea un lenguaje claro y conciso. Que el lector entienda
de un solo golpe lo que se le cuenta y no se tenga que perder en farragosas
explicaciones.
Los
diálogos, que para dar agilidad al texto son muy importantes, deben ser rápidos
y breves, pero deben tener mucha presencia.
Ojo
con las descripciones, aunque son muy gratificantes a la hora de escribirlas,
es lo primero que se obvia si un libro nos cansa. Los niños no tienen paciencia, por lo general, para esperar palabras y
palabras hasta saber lo bonita que es la granja del protagonista. Así pues,
descripciones: pocas y breves, ¿por qué no las incluimos en los diálogos? Eso
les da agilidad.
- Prioriza la diversión por encima de todo. Es
cierto que los libros enseñan pero, en el caso de los niños, poca enseñanza les
va a llegar si el libro no les divierte. Por el contrario, si están
entusiasmados con la lectura que tienen entre las manos, les llegaran todos los
mensajes que el texto quiera esconder. Para que un niño valore la lectura debe
pasarlo bien con ella, si esto no ocurre, todo lo demás tampoco.
-Utiliza el humor. Parece obvio, ¿no? La risa es una muestra clara de
que lo pasamos bien y hace el libro y la lectura mucho más atractivos. Podemos
usar juegos de palabras, situaciones disparatadas, bromas... Pero el humor no
debe faltar, evidentemente, los autores favoritos de los niños son lo que más
les hacen reír.
Escribir y leer por edades.
Como
es natural, cada edad tiene sus preferencias y sus gustos. Vamos a hacer un
breve esquema de cómo enfocar el mundo de los libros en función de la Edad de
lector.
Para los bebes.
- Buenas historias
- Textos claros y breves. Para que el niño los siga bien y no se canse.
- Juegos con el lenguaje. Repetición de frases, palabras sonoras, rimas, onomatopeyas…
- Hay que prestar atención a los materiales, las ilustraciones, es fundamental que encuentren variedad en cuanto a los tipos de ilustración, etc.
- No solo deben encontrar colores, son igual de importantes los CONTRASTES.
- Libros para cada cosa:
- Pequeños de cartón para que jueguen solitos.
- Cuentos tradicionales para contárselos.
- Desplegables, con ventanitas para Jugar.
- Dibujos de diferentes tamaños para jugar, fijar la atención.
* Hasta 6 meses: Blandos. Narraciones orales en forma de nanas.
* De 6 a 12 meses: Libros de exploración: libro juguete. Resistentes,
con ilustraciones realistas.
*De 1 a 2 años: Diferente formato. Ilustraciones de todo tipo que
permiten realizar una lectura de imágenes más que de textos para facilitar una
narración más dinámica que el niño puede seguir.
*De 2 a 3 años: Primeras historias secuenciadas. Leerlo varias veces, cada
vez contando más cosas y dialogando con él. QUE SE EXPRESE.
Debemos
dejarles jugar con el libro e investigarlo, que no se dejen llevar únicamente
por música, las luces…, aunque es lo primero que les llamará la atención, pasar
sus páginas y descubrir poco a poco dibujos y secuencias es lo que les hará
familiarizarse con el libro como objeto.
Nos
podrían servir para estas edades:
La cebra Camila.
Camión
Comilón.
Primeros lectores.
Historias
que conecten con sus gustos e intereses.
Textos claros y concisos: Acción y
dialogo.
Cuidado con las descripciones, pocas y breves.
Vocabulario: Rico pero adaptado al nivel de comprensión del lector. Ni
muy fácil ni muy complejo.
¡Imagen!
Pero acorde al texto.
Formato, atractivo y manejable.
Cada vez podremos jugar con más temas,
aumentar poco a poco sus capacidades y cada vez le darán más importancia al
hecho de que lo que leen conecte con sus gustos e intereses.
Algunos
títulos interesantes para los primeros lectoras serían:
El vicario que hablaba al revés. Roald
Dahl.
El
capitán calzoncillos. Dav Pilkey.
0ttoline. Chris Riddell.
De 8 años en adelante.
Poemas
y canciones, cuentos maravillosos, historias reales que se acerquen a su día a
día (humor, imagen).
Buena edad para los libros de
adivinanzas, refranes y divulgativos.
Si
buscamos alguno infalible, nos servirían:
Gerónimo Stilton.
Las brujas. Roald
Dahl.
Fray
perico y su borrico / El pirata garrapata. Juan Muñoz Martín.
Hasta los 11 años.
Ya
Tienen intereses muy diversos. Podemos alejarnos de su entorno cotidiano pero
la vida real debe estar presente.
Libros divulgativos.
Comics.
Fantásticos
libros para estas edades son:
La misteriosa sociedad Benedict. Trenton
Lee Steward.
Skulduggery
Pleasant. Derek Landy.
Charlie y la fábrica de chocolate / El gran gigante bonachón. Roald
Dahl.
El último trabajo del señor Luna. Cesar
Mallorquí.
Adolescencia.
Los
jóvenes están continuamente buscando historias, intentemos que las encuentren
en los libros.
No
olvidemos que las nuevas tecnologías les acompañan prácticamente desde que han
nacido, no debemos enfrentar el ordenador y los libros sino complementarlos.
La
imagen es importante. Vamos a usarla porque a menudo se cansan de la lectura.
Formatos breves porque nos dirán que no
tienen tiempo (relatos, cuentos, poesía…).
Literatura realista y literatura fantástica.
Comics.
Temas atractivos, personajes coherentes y bien construidos. Transcurso
de la historia lógico y verosímil. Textos adaptados a su tiempo e interés.
HUMOR, ACCION, AGILIDAD…
Clásicos
que no fallan para lectores jóvenes:
Mi familia y otros animales. Gerald Durrell.
Trilogía de Getafe. Lorenza Silva.
El joven lennon. Jordi Sierra i Fabra.
Memorias
de Idhun. Laura Gallego.
Morirás
en Chafarinas. Fernando Lalana.
Autora: María Gómez de Aranda Soto
Autora: María Gómez de Aranda Soto
Es muy interesante este blog, como podria contactarme contigo?
ResponderEliminarMuchas gracias por el aporte. mi correo es: sabeth292929@gmail.com