AL
OLOR DE LA MORCILLA
Hace mucho, mucho tiempo, en un país
demasiado lejano, iba cabalgando un joven y apuesto príncipe por el bosque con
su fiel caballo Carflogon. Según contaba la leyenda, había un bosque cercano donde
se hallaba un castillo abandonado en el que una planta carnívora había devorado
a todas las personas que en él habitaban y,
desde hacía mucho tiempo, nadie osaba entrar.
De repente, justamente en el momento
en el que el príncipe iba disfrutando más del paisaje, su compañero Carflogon
se paró evitando así aplastar a un gato que se le había cruzado en su camino.
Éste se asustó tanto que echó a correr lo más rápido que pudo, el caballo hizo exactamente
lo mismo tras él. Inesperadamente, se adentraron en el denso bosque y divisaron
un gran castillo descuidado. El aterrorizado gato no dudó en buscar cobijo en
él y se deslizó entre la puerta. Muy despacio y cuidadosamente el príncipe también
entró, fue en ese mismo instante cuando lo perdió de vista y fue consciente de
que se hallaba en un castillo abandonado. Todo estaba sucio y descuidado pero parecía
haber sido magnífico. Lo que más le sorprendió fue un cuadro enorme que había
en la entradita del castillo, era un retrato de una princesa tan bella que no
dudó en quitarle el polvo para ver bien su rostro. Se quedó embobado en esa
imagen hasta que un fuerte maullido, lo volvió otra vez a sí mismo. Giró en
dirección al sonido y salió corriendo por la puerta por donde había entrado. A
pocos metros, una planta carnívora se comía al gato que había llevado al
príncipe y a su amigo Carflogón hasta allí. El príncipe, sin pensarlo siquiera,
sacó su espada y con un solo movimiento cortó el tallo de la planta carnívora. Repentinamente,
el gato salió corriendo otra vez y el castillo cobró vida. El príncipe no podía
creer lo que veía, el castillo sucio y abandonado se había convertido en un lugar
bello y majestuoso lleno de personas que celebraban su retorno. Mientras lo contemplaba,
fue sorprendido por una dulce voz, era la princesa del cuadro que venía a darle
las gracias. El príncipe atónito sólo logró preguntarle por lo ocurrido. Ella,
radiante de alegría y cautivada por los encantadores y brillantes ojos del
príncipe, le explicó que un día cuando estaban todos en la mesa, justamente
cuando los sirvientes apartaban los platos de lentejas, se rompió uno de los
grandes cristales de los ventanales del comedor y entró una gran planta
carnívora, que en un momento, se comió la gran morcilla de la cazuela y, no
satisfecha, se fue comiendo uno a uno a todos los habitantes del castillo. También
la princesa le confirmó que había sido él quien había devuelto la vida a todos
ellos, al haber matado a la horrible planta. Por ello, el príncipe fue el gran
protagonista de la fiesta que hicieron en el castillo, del que nunca jamás
quiso salir porque al día siguiente, se casó con la princesa y, fueron siempre
muy felices y comieron perdices.
No fue hasta cinco años después,
cuando en el castillo se volvieron a hacer lentejas, aunque hubieron muchos que
no las comieron nunca más en sus vidas, porque como dice el refrán: lentejas
comida de viejas, el que quiere las come y el que no, las deja.
Relato realizado por: Mª Tamara
Castilla Camacho
La creatividad es sinónimo de maestría, de ser capaz de sacar todo lo más de algo, sin duda un maestro amante de los libros es capaz de sacar las más bellas historias de unas cuantas palabras. Y aquí podemos comprobar lo que podemos contar a partir de...un príncipe, una princesa, un gato, una planta carnívora y un plato de lentejas...
ResponderEliminarEl siguiente paso será librarnos de los estereotipos tradicionales para inventarnos las historias más sorprendentes.