Adaptamos los cuentos a nuestras
necesidades.
¿Por qué un cuentacuentos?
En
general, los niños prefieren que les contemos un cuento a que se lo leamos,
¿por qué? Porque tanto ellos como nosotros nos implicamos más. Ellos se sienten
más cercanos a la persona que les cuenta una historia porque esta les mira y
les hace partícipes de de la narración, les incluye en la historia y además,
aunque los pequeños no lo sepan, normalmente, el cuento que les contamos lo
habíamos pensado solo para ellos, con todo lo que esto conlleva.
Cuando
decidimos contar un cuento debemos tener muy en cuenta nuestro auditorio, ¿a
quién nos vamos a dirigir?, ¿cómo vamos a atrapar a nuestros oyentes?, ¿qué
será lo más apropiado para ellos? Hay que pensar muchas cosas antes de lanzarse
a la piscina porque, si no, corremos el riesgo de no llegar hasta el
corazoncito de quien nos escucha. Queremos ser nada más y nada menos que
cuentacuentos, ¡tomémonos el tiempo de serlo con nosotros mismos primero!
La
elección del cuento a narrar es de gran importancia ya que de
ello depende el éxito del narrador. Por eso
recomienda que cuando nos demos a la tarea de contar un cuento a niños tomemos
en cuenta ciertas recomendaciones que nos ayudarán a seleccionar y determinar
cuál cuento podemos contar:
Debemos
tomar en cuenta las características de auditorio, por ejemplo la edad de los
oyentes.
Los
cuentos seleccionados y contados a niños deben desarrollar la imaginación, la
sensibilidad hacia la belleza y la expresión de la misma. Por eso
deben contener belleza ética y estética y
conducir a los buenos valores.
Es
recomendable que los cuentos contados a niños más pequeños sean cortos,
sencillos y de argumento claro. Tal sencillez está determinada por la brevedad
del cuento así como por un vocabulario no complejo.
Debemos
considerar que cuando se ha decidido narrar un cuento a niños se usen vocablos o frases nuevas, es
necesario hacer las aclaraciones
inmediatas sobre las palabras o frases que
sean difíciles o desconocidas por los niños. Así entenderán mejor la narración
y tendrán la oportunidad de incorporar estas nuevas palabras a su léxico.
Adaptación del cuento.
Una
vez que hemos elegido el cuento que vamos a narrar es recomendable recordar que
el narrador deberá adaptar previamente el cuento a narrar, para lo cual
necesita realizar ciertas actividades previas tales como: preparar una
estructura o esqueleto del cuento que nos permita identificar los personajes
principales que intervienen en el cuento y saber cuál es la secuencia;
transportar el cuento a un vocabulario claro y sencillo; emplear onomatopeyas;
incluir fórmulas de comienzo y final que no necesariamente están presentes en
el texto literario...
Preparar
una estructura o esqueleto del cuento .
La
estructura nos debe servir para saber ¿qué sucedió?, ¿cuál es la secuencia del
relato? y si existen otras secuencias suplementarias; ¿cuál es la situación
clara o formal? y ¿dónde se han desarrollado los hechos? Puede afirmarse que la
estructura del relato es como su esqueleto, que nos permite tener acceso a una
narración coherente y clara.
Esta
estructura debe estar organizada de tal forma que en cualquier momento
responda a la pregunta: ...y entonces...
¿qué pasó?.
Transportar
el cuento a un vocabulario claro y sencillo .
En
primer lugar, debemos buscar en el diccionario aquellas palabras que no sean
muy comunes o bien que su significado no sea muy claro. Esto nos permitirá
decidir si podemos integrarlas a nuestro relato para después hacer la aclaración
pertinente durante el mismo relato, sin que esta aclaración tome el carácter de
enseñanza; o bien para saber si las palabras empleadas las podemos sustituir
por otras más sencillas y claras.
Emplear
onomatopeyas .
Es
necesario incluir onomatopeyas, es decir palabras que imitan el sonido de
aquello que se describe, ya que en muchas ocasiones el cuento escrito no las
trae. Éstas pueden describir el sonido de animales o cosas, por ejemplo:
• El maullido del gato (miau, miau).
• El ladrido del perro (guau, guau).
• El disparo de una pistola (bum, bum).
Incluir
fórmulas de comienzo y final
Las
fórmulas de comienzo nos invitan a narrar y permiten remitirnos a un tiempo
pasado y lejano. Cada narrador puede tener su propia fórmula, haciendo uso de las
ya conocidas, o bien inventar su propia formula. A continuación se mencionan
algunas fórmulas para el comienzo de una narración:
• Había una vez.
• Había un tiempo en que los animales
hablaban.
• Sucedió en tiempo de las hadas.
• El bien permanecerá aquí y el mal que
quede fuera.
Por
otra parte, las fórmulas de final permiten hacer una conexión entre el mundo
fantástico y el presente; dan la pauta al espectador para indicar que la
narración ha terminado. Estas fórmulas, de igual manera que las fórmulas de
inicio, pueden ser inventadas por el narrador o bien puede adoptar algunas
fórmulas propuestas por otros narradores.
Uso
de recursos lingüísticos y paralingüísticos que acompañan la narración.
Una
vez que hemos elegido y adaptado el cuento que vamos a narrar debemos darnos a
la tarea de recrearlo; para esto el narrador debe poseer ciertos recursos
lingüísticos y paralingüísticos.
- Recursos lingüísticos :
Estos
le sirven al narrador para dar más realce a la narración y son:
Voz
flexible. Es imprescindible que el narrador posea una voz flexible, que le
permita modularla de cualquier forma para interpretar, diferenciar y dar vida a
los distintos personajes que interpreta o para la reproducción de las
onomatopeyas empleadas en la narración.
La
entonación. Sirve para determinar los estados de ánimo de los personajes que
intervienen en nuestra narración. Estos estados pueden ser de irritabilidad,
cansancio, felicidad, etcétera.
Las
pausas y los silencios. Le sirven al narrador para atraer la atención y crear
suspenso.
Dicción
y modulación. Se hallan en función del ritmo y la melodía. Tener una buena
dicción y modulación contribuyen a un relato claro y comprensible, que se pueda
gozar y disfrutar.
Por lo anteriormente expresado, es importante
resaltar que el narrador debe aprender a manejar de manera adecuada su voz, ya
que es uno de los mejores recursos con los que cuenta el narrador.
- Recursos paralingüísticos
Estos
son los gestos que acompañan la narración y pueden ser producidos de manera involuntaria o voluntariamente
realizados a propósito, con el fin de aproximar al espectador a la idea que se
quiere expresar; se utilizan para trasmitir ideas y sentimientos.
En busca de la interdisciplinariedad y los temas transversales.
Contar
cuentos a los niños, ya lo hemos dicho, es algo que les beneficiará
enormemente, les enseñará, les relajará, les entretendrá y les hará vivir
estupendas aventuras pero, ¿no sería interesante que además, les ayudara en sus
estudios y en las asignaturas que más les cuesta asumir de su vida escolar?,
¿sería posible que, el hecho de aprender a contar cuentos pudiera influir de
manera positiva en este aspecto? Aunque nos sorprenda saberlo, es posible si
ponemos un poco de nuestra parte. Vamos a ver algunas maneras de rentabilizar
nuestra pasión cuentista para dar un pasito más.
Imaginación,
originalidad, motivación y buena predisposición es lo que debe tener un adulto
si se atreve a aventurarse en esta maravillosa odisea.
El
contar cuentos se tiene que convertir en un arte que invada todas las
dimensiones de la persona.
Así
pues, ¿no podemos pedirle a nuestro público que colabore con nosotros en
nuestro cuento? Podemos crear mil y una historias en las que el pequeño deba
participar.
Mediante
sabias técnicas de teatro y mimo, el niño tendría multitud de añadidos recursos
a la hora de contar la historia y lea ayudaríamos a encontrar recursos para
evitar las dichosas manos en los bolsillos, la cabeza agachada o la multi-
acontecida mirada perdida en cualquier infinito.
Con
la expresión corporal, sería capaz de representar, solamente con el uso
adecuado de su cuerpo, por ejemplo, a un enorme gigante que ha entrado en una
pequeña ciudad, a una malvada y horrenda bruja confabulando un plan maléfico,
una princesa en lo alto de su torreón, asustada y temerosa por el dragón o, por
qué no, hasta al mismísimo dragón escamoso malhumorado y humeante.
La
posición, la postura o movimiento de nuestro cuerpo nos ayudaría a darle más
realismo y vivacidad a un personaje que se encuentra triste, contento,
atemorizado, intrigado, dudoso, eufórico,
extenuado... Todo este tipo de recursos
ayudan a que el auditorio se imagine con más realismo y facilidad la escena, la
trama o los rasgos principales del personaje que queremos representar.
El
contar cuentos se asemeja a representar una obra de teatro donde el narrador
interpreta una infinidad de personajes; así pues, deberemos esforzarnos por que
cada personaje sea totalmente único y diferenciado, con tonos posturales
distintos, diferentes maneras de moverse, de gesticular, de mirar, de adaptar
la voz y un sinfín de etcéteras que harán de la expresión corporal un campo de
trabajo riquísimo. Así, por ejemplo, favoreciendo su expresión corporal,
ponemos nuestro granito de arena en la asignatira de educación física.
¿Y
la matemáticas? Parece difícil poder ayudar a un niño en esta materia que
tantos problemas les da. Pues, si le preguntáramos a algunos profesores nos
daríamos cuenta de hasta qué punto un cuento puede contribuir a esclarecer el
misterio de las restas. Si nuestro personaje se aventura en un castillo
terrorífico y de manera misteriosa va perdiendo las manzanas que tenía en su
mochila...
O,
tal vez, los números se puedan unir para tratar de resolver un problema. El 7,
el 5 y el 4 están tremendamente tristes porque la presa de la ciudad tiene un
agujero y hace falta un número grande para poder taparlo pero si se suman...
René
Goscinny y Albert Uderzo se encargaron de contarnos, a su manera, como era Europa
en tiempos de los romanos, al son de la frase “están locos estos romanos”
varias generaciones aprendimos algunas cosas de la vida en aquella época. ¿No
sería divertido que los niños aprendieran algo de historia convirtiendo
batallas o tratados en cuentos? Seguramente, la caída del muro de Berlín estuvo
llena de anécdotas curiosas.
Once
up on a time y todos aprenderemos a empezar un cuento en inglés. Pero
paseando por las calles de París podemos incluir alguna palabras francesas en
nuestro relato y con ellas, enseñarles un poquito del idioma de los temibles
galos de los que antes hablábamos.
A
ningún niño le apetecerá saber quién era Quevedo si solo le leemos alguna de
sus poesías pero, si con ellas, les contamos algunas de sus aventuras y les
explicamos que fue un diestro espadachín al que le encantaba meterse en líos,
tal vez la cosa cambie.
Ya
vemos, casi cualquier cosa se puede convertir en cuento y por lo tanto, un buen
cuenta cuentos debe ser consciente de su capacidad. Que no nos asuste pensar
que tenemos que contar una historia en la hora de geografía a una clase llena
de pequeños revoltosos, tenemos la varita mágica para que la clase no deje de
ser de geografía y nuestro público disfrute muchísimo.
Elegir y adaptar los cuentos según las edades.
Para
este apartado nos vamos a dejar guiar por una gran cuentacuentos, Beatriz
Montero o, cuando nos encanta con sus palabras, la maga Trapisonda.
De
o a 3 años.
Beatriz
nos cuenta en su libro Los secretos del cuentacuentos que la gente se
extraña cuando comenta que ella cuenta cuentos a los bebés y que continuamente
se repite la pregunta, ¿y cómo se le cuenta un cuanto a un bebe?
Ella
misma admite que un bebé, antes de los dos años no es capaz de captar la
historia ya que su en su intento por descubrir el mundo que le rodea se ayuda
fundamentalmente de los cinco sentidos. Coge todo lo que encuentra, se lo lleva
a la boca, busca la procedencia de los sonidos, mira atentamente... así pues,
¿para qué contarle un cuento a un niño tan pequeño? Fundamentalmente porque eso
nos ayudará a reforzar los lazos que nos unen a él y porque, además, estaremos
contribuyendo a ayudarle a descubrir el mundo.
Cuando
le contamos un cuento a un bebe, seguramente lo tendremos en brazos y si
abrimos el libro que le vamos a contar delante de él le estaremos dejando
participar en la historia. Los libros para estas edades suelen estar llenos de
dibujos llamativos y además, estar hechos de materiales que les llamarán la
atención. Tienen poco texto, muy poco, pero en ellos podemos encontrar
diferentes texturas que harán que el pequeño experimente con ellas. Mientras le
explicamos lo que pasa, ya sea numerando objetos o narrando algo, podremos usar
diferentes sonidos y juegos de voces que llamen su atención, consiguiendo así
que permanezca atento a lo que decimos.
A
los niños les fascinan las rimas y las poesías. A veces pensamos que para ellos
será aburrido que les leamos un poema pero no es así. Esta Navidad mi prima me
contaba que su bebé, que acababa de cumplir un año, permanecía quieto, atento y
como hipnotizado mientras ella le leía el poema Margarita de Rubén
Dario. Margarita está linda la mar y el viento tiene esencia de sutil
azahar... y él bebé escuchaba como si entendiera perfectamente la historia.
Curiosamente
yo hice la prueba poco después con otra niña algo más mayor, esta vez con La
canción del pirata de Espronceda. Ella y su hermano nos hicieron repetirla
a su madre y a mí infinidad de veces. Se ve que eso de los cien cañones por
banda les pareció de lo más llamativo.
A
esas edades, el cuento puede y debe convertirse en un juego y las marionetas
son el método ideal para ello. Cuentos como Capercita o Los tres
cerditos se volverán muchísimo más atractivos si los pequeños ven a los
personajes representados. Mi tía siempre cuenta que, siendo yo muy pequeña,
quiso contarme el cuento de Caperucita hecho con plastilina. Estaba
siendo todo un éxito y yo permanecía totalmente maravillada escuchándola y
mirando los muñecos hasta que, justo cuando el lobo se iba a comer a
Caperucita, salí del trance muy enfadada y estrujé al pobre lobo para evitar
que pudiera merendarse a la protagonista del cuento. Ya veis, tal vez si mi tía
solo me hubiera contado la historia yo me habría aburrido debido a mi edad
pero, con muñecos y marionetas, todo tiene otro color.
Por
otro lado, a esas edades, los cuentos nos pueden servir para amenizar cualquier
rutina diaria. Beatriz Montero nos propone ayudarnos en el baño de la gallina
Cleopatra, una marioneta de manopla, que puede ir explicándole al niño cómo le
gusta enjabonarse los brazos o lavarse el pelo.
Las
canciones y las nanas también pueden estar incluidas en nuestro repertorio para
los más pequeños. Desde canciones de cuna que con su ritmo monótono y suave les
ayudará a dormir hasta canciones que incluyan juegos y mímica con las que se lo
pasarán pipa.
Y,
¿qué me decís del álbum familiar? Puede convertirse en un cuento maravilloso
protagonizado, además, por el niño y su la gente a la que está más unido, su
familia. Cada foto puede tener una historia y cada persona un montón de cosas
que contar.
De
4 a 6 años.
Beatriz
nos cuenta como consiguió hacer desaparecer un monstruo monstruoso ayudada de
niños de esas edades. Juntos lo buscaron y ellos encontraban pistas en cada rincón
que exploraban, una hoja seca era la oreja del monstruo, un trozo de plástico
una uña y debajo de las escaleras eran capaces de encontrar mocos verdes.
Vivir
el cuento ayuda a los pequeños a afianzar su incipiente personalidad, a creerse
capaces de vencer a un monstruo con palabras mágicas. A esta edad los temas
preferidos son los que reflejan sus miedos, el miedo a perderse, a quedarse
solo, a encontrarse con un fantasma, etc. Debemos contarles historias sencillas
como los cuentos tradicionales.
Los
cuentos deben tener pocos personajes y pocas acciones para que el niño no se
pierda en un laberinto de microhistorias. Entre los 4 y los 6 años el
pensamiento de los pequeños es lineal y muy sencillo.
No
debemos tener miedo a sus preguntas e interrupciones, ellos están descubriendo
el mundo y todo les produce sorpresa y curiosidad. Si alguno pregunta podemos
hacer un pequeño paréntesis e ir resolviendo dudas. Que ellos hables y nos
cuenten pero sin extendernos mucho, para no perder el hilo de la historia.
Es
una edad perfecta para los cuentos llenos de repeticiones. Estas les ayudan a
memorizar el cuento y a seguirlo con más facilidad. Por eso se encuentran muy a
gusto cuando escuchan una historia donde las situaciones se repiten una y otra
vez. Les da seguridad e incluso, les permite aprenderse la repetición y
participar en el cuento.
La
ratita presumida, por ejemplo, podría servirnos y haría las delicias de todos.
“Erase una vez
una ratita que estaba barriendo la puerta de su casa y cantaba:
"Tralará
larito barro mi casita y todos los días la misma faena, tralará larito barro mi
casita".
Y
de repente se agachó y cogió una moneda que había en el suelo. -¿Qué me
compraré? ¿Qué me compraré?
- Ya lo tengo: Me compraré caramelos. No,
no que se me ensuciaran los dientes -
Siguió pensándolo - ¿Qué me compraré? ¡Ya lo tengo! Me compraré un
lacito para mi cola.
La
ratita fue a la tienda y compró un lazo rojo y lo puso en su cola y se sentó a
la puerta de su casa.
Al
poco rato pasó por allí un perro que al ver tan elegante a la ratita le dijo: -Ratita,
ratita pero que rebonita estás. ¿Te quieres casar conmigo?
- ¿Y por la noche que harás?
Preguntó la ratita.
-!Guau, guau, guau! dijo el perro.
-No, no que me asustarás.
Y
el perro se marchó ladrando de rabia.
Todavía
se veía al perro por el camino cuando llegó un gallo muy emplumado que al ver
tan bonita a la ratita le dijo:
-Ratita, ratita pero que rebonita estás,
¿Te quieres casar conmigo?
-Quiquiriquí, Quiquiriquí.
-No, no que me asustarás.
Y
el gallo fue a buscar una gallina.
A
los dos minutos pasó por allí un gato y al ver a la ratita se acercó y le dijo:
- Ratita, ratita, pero que rebonita estás,
¿Te quieres casar conmigo?
-¿Y por la noche que harás?
preguntó la ratita.
-¡ Miau, miau!
-No, no que me asustarás.
Y
el gato se alejó maullando.
Una
hora más tarde pasó por allí un ratón y al ver a la ratita le dijo:
-Ratita, ratita, pero que rebonita estás
¿Te quieres casar conmigo?
-Y la ratita le preguntó ¿Y por la noche
que harás?
-Dormir y callar, dormir y callar.
-Pues contigo me he de casar.
La
ratita presumida se casó con el ratón y vivieron felices, comieron perdices y a
nosotros nos dieron con los huesos en las narices”.
Algunas
sugerencias para cintar este cuento:
Pon
voces distintas para cada animal.
Usa
el libro ilustrado para apoyar tu narración.
Deja
que el niño pregunte y resuelva sus dudas.
No
cohíbas al niño cuando muestre ganas de participar. Más bien, motívale a que
participe contigo coreando las frases que ya se sabe.
La
participación del niño es un buen ejercicio de imaginación y aprendizaje y sus
preguntas son una muestra de interés en el cuento.
Como
ocurre con los bebes, esta también es una buena edad para recitarles poemas o
contarles cuentos rimados. Los niños se quedarán en estado catatónico
escuchando, maravillados ante la musicalidad de las palabras.
Pero
ya podemos hacer que los pequeños se impliquen más en la actividad, siguiendo
el ritmo con los pies y las manos, sustituyendo palabras por gestos,
apoyándonos en imágenes de libros, recitando el poema dramatizándolo...
Podemos
convertir el lugar donde estemos en una auténtica fiesta mientras bailamos al
ritmo de una historia trepidante, repetimos movimientos y frases y jugamos unos
con otros.
De
7 a 11 años.
Están
en la etapa llamada infancia media, en la que aprenden con rapidez y necesitan
sentirse especiales y queridos por los adultos que les rodean. Esta etapa es
fundamental para formar al futuro adulto.
A
esta edades ya les podemos contar cuentos largos, con varios personajes en la
trama y acciones que ocurren en distintos lugares. Rechazan los cuentos de
animales de frases cortas del tipo: rápido como un cocodrilo, alta como una
jirafa... ¡Eso es para bebés!
Ellos
quieren escuchar historias de aventuras y misterios, enfrentarse a múltiples
peligros, vencer el miedo y los obstáculos, resolver acertijos y conseguir
tesoros. Les gusta ver triunfar al débil y ver castigado al malechor.
A
la hora de contar el cuento debemos hacerlo con la seriedad y el rigor que este
exige. Nada de voces noñas, el niño de 7 años va a vivir el cuento como si
fuera real aunque sea una historia fantástica y como tal hay que contárselo.
Bettelheim
opinaba que “para responder a la pregunta de si el cuento de hadas dice la
verdad, nuestra respuesta debería dirigirse no a la verdad en términos reales,
sino a lo que preocupa al niño en ese momento, tanto si se trata de miedo a ser
hechizado como de los sentimientos de rivalidad edípica. Por lo demás, casi
siempre basta la explicación de que estas narraciones no tienen lugar aquí y
ahora sino en un país muy lejano del nunca-jamás”. Los niños y adultos se dejan
involucrar con los cuentos, les gusta soñar y pensar que lo que narras pudo
haber ocurrido alguna vez, porque eso es lo que de verdad desean en ese
momento.
Los
niños sueñan desde el momento que escuchan “érase una vez” y siguen soñando aún
después de que el cuento haya finalizado. Están atentos durante la narración y
les gusta escuchar cuentos nuevos. Con ellos, los cuentos más famosos de los
hermanos Grimm ya no nos servirán, tendremos que buscar otros menos conocidos.
Las
leyendas y cuentos populares que hablan del origen del mundo, de los animales o
de las emociones también pueden ser un buen aliado del cuentacuentos.
Y
aunque las historias de miedo les asustan, también les gusta que se las
contemos para saber que pueden sobrevivir al miedo.
De 12
a 14 años.
Esta
es una etapa difícil. Con 12 años aún se está en la niñez pero la entrada al
instituto y la necesidad de sentirse integrados obliga a los niños a adoptar
roles adolescentes.
Los
adolescentes se quieren alejar del mundo infantil para buscar su identidad como
adultos. Identifican los cuentos con la niñez y, aunque les gustan, no suelen
reconocerlo por temor a ser tachados de bebés.
Les
atraen los cuentos de miedo, de misterio y los cuentos realistas. La historia
funciona muy bien si reúne alguno de estos elementos: aventura, peligro, acción,
misterio, terror, amistad, lealtad y amor. Sí, el amor también les gusta, pero
siempre que no se caiga en la cursilería, debe ir mezclado con alguno de los
otros ingredientes.
Los
cuentos deben reflejar sus dudas, sus miedos y sus inquietudes. En estos casos,
no importa lo largo que sea el cuento sino que la temática sea la adecuada y
que acertemos con el tono y el ambiente.
Los
adolescentes buscan en los cuentos poder escapar a otro mundo, lleno de
belleza, con personajes bien definidos y de moral muy clara. Con ellos no valen
las media tintas, los malos son muy malos y los buenos muy buenos. El
adolescente si identifica con el héroe y quiere saber cómo resuelve este sus conflictos,
que identifica como propios.
A
esas edades los cuentos deben tratar de algún modo los problemas que viven en
su día a día: la superación de la etapa infantil y la lucha por crearse una
personalidad.
Las
leyendas urbanas, las historias terroríficas y la noche también son una buena
baza a estas edades. Personajes como Drácula le darán al relato el aire que
ellos esperan y como en edades anteriores, necesitan enfrentarse al miedo y los
conflictos para saber que pueden sobrevivir.
¿Y
después? Cuando uno deja de ser niño, ¿se acaban los cuentos? En absoluto, los
cuentos gustan a los adultos porque les hacen soñar y les alejan de la
monotonía del día a día. Gracias a los cuentos que nos cuentan y que nos
inventamos la vida es más sencilla y somos más felices. Los cuentos alimentan
el alma.
Además,
un cuento nunca morirá si hay alguien que lo cuente o alguien a quién
contárselo.
En
cualquier caso, tenga tu público la edad que tenga, Beatriz, la maga
Trapisonda, te recomienda que cuentes los cuentos disfrutando, si tú lo haces,
ellos también.
Autora: María Gómez de Aranda Soto
Autora: María Gómez de Aranda Soto
No hay comentarios:
Publicar un comentario